QUERER NO
ESTÁ DE MODA
Solemos caer en el error de obsesionarnos con el pasado y
dar vueltas una y otra vez a lo que hicimos mal y, todavía más, a lo que nos
hicieron peor. Y me resulta triste. Hay tantas formas de querer en presente y
malgastamos el tiempo, invirtiéndolo en intentar cambiar eventos inamovibles y
añorar situaciones que ya fueron escritas hace mucho. La mayoría de las
personas tienes la grandísima suerte de conocer y compartir grandes momentos en
este mismo instante con padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, amigos y, cómo
no, másqueamigos. Sin embargo, nos dedicamos a lamentarnos por cómo quisimos en
un pasado y en pensar en qué habría sucedido si la suerte nos hubiese sonreído
de otra manera, si la música hubiese sonado a otro ritmo, o si nos hubiesen
dado una mano mejor con algún que otro as.
¿Por qué tanta obsesión con algo tan remoto como el
pasado si ya está lejos?
Yo creo que la respuesta es sencilla: el presente
da miedo.
Es retador. Es difícil. Te da en las narices. De golpe.
Es ese muro gigante contra el que te chocas. El que requiere escalarlo y sudar
para conseguir llegar al otro lado. Ese.
Pero lo que más caracteriza al presente es que es el
momento en el que menos información tenemos a la hora de actuar y eso complica
la situación en el momento de decidir.
¿Cuántas veces decimos “si en el momento lo hubiese
sabido habría hecho las cosas de otra manera”? El pasado es fácil porque
controlas la situación. Sabes todo de él. Del ahora en realidad no sabes nada.
Las decisiones las tomamos en base a corazonadas y después tiramos los dados,
cruzamos los dedos y esperamos que todo salga bien.
Y por eso es más fácil decir que quisiste a alguien, no
que lo quieres ahora. Lo que pasa es que para querer, en presente, hoy, ahora,
en este mismo instante y no otro, hay que servaliente. Hay que echar
toda la carne al asador y lamentablemente eso no está demasiado difundido.
Según nos vamos haciendo más mayores aprendemos, a modo de coraza, a idealizar
las relaciones y momentos pasados, en vez de valorar lo que tenemos en la
actualidad. Algunos directamente cambian lo que en verdad significó y lo que
sucedió, mezclando una extendidísima imaginación, deseos frustrados y mentira
poco original con mucha maestría y alguna que otra dosis de realidad, porque
“sino sería inventárselo del todo”. Explotamos al pasado hasta que no le queda
ni una sola gota de jugo, nos evadimos con él cuando lo consideramos oportuno y
el pobre no tiene ni voz para quejarse.
Y es que cuando la realidad choca, recurrimos a este tipo
de trucos, engañándonos tan solo a nosotros mismos. El problema es que la
realidad es cruda pero, ante todo, es real. Y eso es lo importante
que con demasiada frecuencia decidimos olvidar.
Es más fácil haber querido que querer en presente porque
querer a alguien es mantener esa promesa cuando ya no te conviene. Es hacer que
todas las palabras que algún día dijiste en estado de euforia máxima sigan
teniendo el mismo sentido en los malos momentos. Es estar dispuesto a luchar
hasta el final y poner las necesidades de otra persona muy por encima de las
tuyas. Es decir adiós la egoísmo, al “yo y sólo yo”. Es no tirar la toalla en
cuanto se avecina tormenta. No es sólo tragarte el orgullo, sino que es dejarlo
tirado en la cuneta y abandonarlo para siempre. Sayonara, baby. Es
convertir sus alegrías en las tuyas, e ir más allá, haciendo lo mismo con las
penas, para bien o para mal. Es aprender a ceder y a olvidarte de la ley del
talión. Es saber seguir tirando del equipo cuando haya una lesión. Es estar
dispuesto a poner la otra mejilla, como mínimo.
Y sobre todo es dejar de decir “querer”, y transformarlo
con el tiempo en “amar“. “Querer” para mí suena a infatuación, a
posesión y deseo efímeros. “Amar” está en otro nivel, es entregarse. Querer se
llegará a querer a un puñado o dos, pero amar, sólo se ama a una persona en la
vida.
Y aunque perdamos el rumbo y nos repitamos lo contrario,
no nos podemos olvidar del objetivo final al que todos aspiramos: amar en
presente y futuro, y dejar de querer en pasado.
“El
amor no tiene nada que ver con lo que tú esperas obtener, sino con lo que tú
esperas dar, que es todo.”