Verde Esperanza
Esto
que te cuento sucedió en un lugar tan lejano y hace tanto tiempo que ya casi no
me acuerdo…
Hace
más de mil años, cuando aun existían reyes y reinas preciosas con grandes
castillos…en un reino vivían un rey y su mujer, la reina, la mujer más hermosa
de todo el mundo. Tenia el cabello rubio, igual que el rey, pero lo tenía
largo, largo, largo.
No
se me puede olvidar contaros uno de los detalles más importantes del cuento:
Todos los habitantes del reino del rey y la reina más hermosa del mundo, tenían
el cabello rubio, los ojos azules y la piel blanquita, blanquita. Todos y cada
uno de ellos.
Los
dos se amaban mucho, eran muy educados, querían mucho al pueblo, eran
organizados, siempre llegaban a tiempo, hacían las cosas con cariño y el
resultado era perfecto…y llegó el momento de tener un hijo. Estaban
deseosos…tenían muchas ganas, mucho amor guardado para esa criatura que nacería
en nueve meses.
Nació
una niña. Una niña preciosa…pero diferente. Tenía el pelo negro como el carbón,
los ojos verde oscuro reflejando algo misterioso, pero precioso, no podías
quitarle la mirada…y tenia la piel morena, una piel oscura y bronceada durante
todos los días del año. Además tenia pecas en la cara, sobretodo apiñadas en la
nariz. Era realmente asombrosa, pero diferente.
La
reina, la mujer más hermosa del mundo, amaba a su hija desde lo más profundo de
su corazón, pero nada más nacer murió. Pudo contemplar durante dos días esos
misteriosos ojos, esas pecas que decoraban su nariz y sus mejillas, esa sonrisa
traviesa, esa piel y ese pelo…pero nunca se recuperó del parto y falleció.
Esos
dos días en los que la reina enfermaba cada segundo más…el rey estaba ausente.
Su hija no era bella para él. Su hija era rara, extraña. Sus ojos le daban
miedo, no entendía sus pecas, su pelo, su piel…además en el fondo de su corazón
culpó a su hija Esperanza por la muerte de su amadísima mujer. Pero aunque el
dolor no desaparece, el tiempo lo va curando, se va haciendo cada vez más
pequeño. Pero recordad que en el fondo de su corazón…tenía guardada una culpa
que no perdonaba.
Esperanza
fue creciendo. Su pelo negro como el carbón era largo y brillante. Sus ojos
brillaban, su piel adornaba todos sus movimientos y no podía parar quieta.
Esperanza
era conocida por su sonrisa, por su risa a carcajadas, por sus zancadas, sus
silbidos, sus saltos, su desorden, su inteligencia, su amor por los libros y
por los animales. Pero sobretodo era conocida por su amor a la humanidad.
Le
encantaba salir a su rincón favorito, sentarse en el césped y contemplar el
atardecer todos los días mientras leía el libro que había elegido. Le encantaba
comer y no se preocupaba…a ella le gustaba comer. Le apasionaba bailar por su
casa, alegrando a todos los que servían en ella. Siempre bajaba a las cocinas
para echar una mano a los que trabajan ahí y les llevaba flores de cada color
del arco iris, todos los días.
Le
gustaba estudiar y trabajar, pero todo lo hacia a su manera. Sacaba buenas
notas y cada día aprendía cosas nuevas de su reino para cuando reinase y
realmente lo hacia muy bien. Pero no podía estar quieta, no era ordenada u
“organizada” como el rey. Siempre estaba alegre, con una sonrisa. No podía
estar seria. Era creativa, soñadora y muy amiga de la libertad.
Esperanza
no sabia que en la corte era algo odiada…pero lo que no podía imaginar es que
su padre en el fondo de su corazón…la rechazaba. La alejaba de él por que era
diferente y el no comprendía lo distinto. Se había llevado al amor de su vida…
Ella
fue dándose cuenta de que su padre solo se dirigía a ella para recriminarla,
pero los atardeceres, los animales, las personas y sus libros la embelesaban
con su belleza. Sin embargo Esperanza en el fondo de su bonita alma…estaba
triste. Cuando cumplió 18 años su padre y miembros de la corte le contaron como
fue la muerte de su madre (ya que la madre se lo rogó al padre; “cuéntaselo,
dile cuanto la amaba, cuando tenga edad suficiente para no culpabilizarse”)
además la madre preparó un regalo para cuando Esperanza estuviese preparada,
que la entregaron después de hablar con ella.
Era un
libro, un libro que se llamaba “La Luna” y que guardó para siempre y leía en
muchos de sus atardeceres. Hablaba de las fases de la luna y lo que representan
y significan (los humanos le hemos dado ese significado) cada una de ellas . Su
madre al verla la cara por primera vez, supo que lo necesitaría.
Esperanza
empezó a unir hilos en su mente y comprendió entonces que su padre no la
perdonaba por la muerte de su madre y comenzó a verse distinta al resto. Se
miró al espejo y observó su cara, sus pecas, su piel, su pelo y también se
analizó por dentro; “mi alegría, mi desorden…”
Ella
nunca se casaría, nunca haría feliz a su padre. Quería estudiar algo que le
ensañase como son los hombres y las mujeres, como pensamos, como
evolucionamos…su gran amor a la humanidad. Pero no quería estudiar protocolo.
Empezó
a ponerse cada día más triste. Era distinta y ella no podía cambiarlo. Jamás
podría hacer feliz a su padre, a la persona que más quería. Además ella no
quería hacer daño a su madre, ella sabia que no mató a su madre. Pero era joven
y estaba sola y no tenia a nadie que le
recordase lo especial que era…
Así
que un día, pensó que estaba defraudando a su madre. Su madre la llamó
“Esperanza” y no podía haber alguien que se llamase “Esperanza”, triste,
perdiéndose atardeceres, dejando de hablar con las personas, sin leer…así que
decidió irse, irse lejos de su padre, cuyo odio le iba consumiendo poco a poco
y sabía (por sus libros) que cuanto más cerca estás del odio antes te consume a
ti también.
Antes de irse pidió por su cumpleaños 3 regalos a su padre: Tinte de pelo (para teñirse de rubio su pelo negro carbón), maquillaje claro (para pintarse la piel y tornarla más clara) y unas lentillas azules. Con el fin de no destacar y poder vivir sin miradas ajenas.
Antes de irse pidió por su cumpleaños 3 regalos a su padre: Tinte de pelo (para teñirse de rubio su pelo negro carbón), maquillaje claro (para pintarse la piel y tornarla más clara) y unas lentillas azules. Con el fin de no destacar y poder vivir sin miradas ajenas.
Se
fue al bosque. Al bosque más grande, hermoso y peligroso de todos los reinos y
decidió llevarse sus libros, su manta y sus lentillas para poder contemplar
todos los atardeceres.
Esperanza
seguía triste porque había rechazado la compañía humana y ella amaba la
humanidad. Pero no podía ser infeliz para siempre solo por ser morena, tener
pecas y los ojos verdes, así que tuvo que rechazar lo que más quería.
Ella
amaba profundamente a su padre y el dolor de éste se convirtió en el suyo.
Quería
estudiar lo que él quería, ser buena reina, casarse y tener hijos rubios que no
sufrieran como ella. Quería hacer feliz a las personas que la rodeaban…es lo
que todo el mundo quiere, pensaba en voz baja.
Se
preguntaba por qué era distinta al resto, pero cuando miraba el atardecer se
sentía igual a todo el mundo. Pensaba “todo el mundo ve el mismo atardecer, el
mismo sol, todos los atardeceres son distintos y no por eso las personas dejan
de admirarlos…me encantaría ser un atardecer”. El tinte, el maquillaje, y las lentillas...se fueron cayendo y todo cobró su naturalidad, sin ella darse cuenta.
Esa
misma noche, después de sonreír y pensar “la vida es hermosa, sufra o pase lo
que sea”, alguien la vio. La cogió y se quedo dormida.
Cuando
despertó se encontraba en un palacio hermoso. Un palacio cálido, bonito.
Esperanza se incorporó rápidamente y comenzó a mirar a su alrededor y algo la
sorprendió. No entendía nada.
Personas,
personas como ella. Morenas, de piel oscura. Pero también veía pelos rubios y
pieles blancas. “¿Qué es esto?” pensó.
Todo
el mundo la miraba, la miraban a los ojos y ella solo quería irse, se acercaba
su atardecer, su gran amigo.
Y
sin dudarlo preguntó:
-
Perdón, no sé que hago aquí, pero podrían
llevarme a alguna parte del palacio o sus jardines para que puedan ver el
atardecer. No me gusta perderme ninguno.
Todos
se miraron y hubo una voz, una voz masculina que contestó:
-
Acompáñame, verás el atardecer desde la parte
más alta del castillo.
Esperanza
pudo ver el atardecer un día más y…comenzaron las preguntas y las
correspondientes respuestas. El príncipe de ese reino tenía el pelo negro, la
piel blanca y los ojos oscuros y explicó con asombro a Esperanza que no era
algo anormal. En su reino había personas que tenían también el pelo de color
naranja. Ella estaba emocionada, quería llevar al príncipe a la corte de su
padre para que éste pudiese aceptarla, pero esperó.
El
príncipe en una de sus conversaciones después de contemplar juntos una vez más
el sol yéndose…le dijo que en su reino la diferencia era normal y ni si quiera
se consideraba diferencia, pero había algo que no era normal. Que no habían
visto nunca y que todos se preguntaban, admiraban y sorprendían.
Los
ojos de Esperanza eran verdes. Verdes brillantes. Eran distintos al resto. Su
mirada te inspiraba, si eras cobarde te hacían sentir valiente, si eras triste
y apagado…te hacían sentir vivo y alegre. Si eras malo, te hacían sentir bueno.
Ella
nunca se había mirado los ojos. Su piel, su pelo, sus pecas…¿pero sus ojos?
Nunca se había fijado en que eran diferentes. Esperanza le explicó que puede
que sus ojos brillasen tanto por los atardeceres, por los libros y por las
personas o a lo mejor brillaban por su nombre, por su esperanza. No lo sabía,
pero no los consideraba diferentes al resto.
Es
aquí cuando decidió llevarse al príncipe a su reino para poder hacer ver a su
padre que había personas felices, distintas entre sí. Esperanza quería
llevar…esperanza y felicidad a su reino y sobretodo a su padre.
Cuando
llegaron al palacio de su padre, ella habló, habló, habló y habló…y todos
escuchaban. Explicó la variedad del otro reino, que existían personas como ella
y todos vivían juntos. A su padre le pidió perdón por todo el daño causado y le
dijo que le amaba…
Su
padre guardó silenció y cuando Esperanza calló, él contestó:
-
Sólo harás feliz a tu padre, si ese príncipe y
tú os casáis, vuelves a empezar tus estudios de princesa y te tiñes el pelo de
rubio para poder reinar tu reino sin llamar la atención de los que no entienden
esta locura. (Esa locura era ella).
Antes
de contestar a su padre se fue una vez más a ver el amanecer y sonrío. Sonrío y
pensó “el atardecer es feliz sin pretender hacer feliz a los demás. El, el sol,
se pone y se va todos los días y lo hace lo mejor que sabe y puede. Quien
quiere verlo lo ve y quien no quiere mirarlo, no lo ve. Él no se enfada, solo
sonríe y lo hace todos los días”.
Así
que Esperanza fue al palacio, besó a su padre y le dijo:
-
Si no me valoras y no me quieres, que sepas que
yo a ti te valoro y te quiero por encima de mi misma. Si me culpas y me
apartas, que sepas que yo te adoro y siempre he pensado en ti. Si no me quieres
por que soy diferente lo entiendo, porque eres rey y debes conservar el orden.
Si el orden está antes para ti que tu hija, lo entiendo porque tu mujer se fue
nada más nacer yo.Pero Papá, yo tengo algo que tenemos todos pero no
recordamos…tengo Libertad, así que me voy. Me voy para siempre. Te quiero.
Es
así como Esperanza se fue al bosque. No quiso teñirse, ni ocultar sus ojos o su piel. No quiso casarse, porque no amaba a nadie.
Puede que a los 24 encontrase al amor de su vida, puede que a los 28 o puede
que a los 40 o….¿Sabéis qué? Puede que no lo encontrase nunca.
Pero
ella leía, estudiaba, contemplaba el atardecer todos los días…tenía amigos,
amigos humanos, que ella quería con locura, se lo pasaba bien, reía, bailaba y
ayudaba a los demás a ser felices. Ponía esperanza en todo lo que miraba.
Esperanza
ya sabia que existían personas como ella y eso le hacia feliz o al menos…estaba
más tranquila.
Todas
las noches derramaba una lagrima por su padre al contemplar la luna y luego
sonreía. Porque en la Luna veía a su madre, gracias al Sol que se encargaba de iluminarla
todas las noches.
Por
lo que me han contado Esperanza se casó, se casó algo tarde…pero tuvo cuatro
hijos, ¡Ah no! fueron cinco: Libertad (con el pelo rubio y largo), Mateo (con
el pelo negro azabache y los ojos azules), Verónica (con el pelo amarillo y
negro), Lucas (con el pelo blanco) y Alegría (con el pelo naranja).
Nunca,
nunca, nunca dejo de ver un solo atardecer.
Siempre,
siempre, siempre fue feliz.
Y...aunque
testigo yo no he sido, así me lo han referido.
ADAPTACIÓN
Considero que he respetado el
esqueleto del cuento original “Toda clase de pieles”
-
Hija de un Rey. Madre muere en la infancia.
-
Su madre le da un regalo.
-
La hija crece y decide irse.
-
Pasa un tiempo sola.
-
La recogen y se va a otro palacio.
-
Descubre y haya “cosas” en el palacio.
-
Vuelve a su casa
-
Es feliz.
¿Qué
es lo que he cambiado?
-
El padre no quiere casarse con su hija. La rechaza
y la culpa.
-
Su madre le regala un libro (no una pulsera con
amuletos, como en el cuento original)
-
La hija decide irse porque no la aceptan, se
ahoga en el palacio de su padre.
-
Pasa tiempo sola en el bosque.
-
La cogen, pero NO la capturan.
-
Descubre “cosas” en el palacio: pero no descubre
el amor de su vida (Que sería el príncipe, como en el cuento original), sino
que descubre que hay personas como ella y que la diferencia convive.
-
Vuelve a su casa. Pero vuelve para irse. Su
padre siempre será un infeliz y ella decide no serlo con él y se va.
-
Es feliz. Pero no es feliz por casarse, como en
la historia original. Sino que es feliz por que ella decide serlo.
Creo que el esqueleto se conserva,
aunque la historia es distinta. La muerte, la figura del padre, el regalo, la
huida, la soledad, otro palacio y ser feliz para siempre, es igual en ambas
historias.
EDAD
APROPIADA PARA CONTAR EL CUENTO:
Ana, considero que para que el cuento
se entienda, se valore y de juego en las actividades de después: debate a cerca
del final, de los acontecimientos, de lo que más les ha llamado la atención, qué
final alternativo harían ellos, cosas y aspectos que no llegan a entender
bien…tiene que estar dirigido a niños de 9-10 años (prácticamente para el
ultimo ciclo de primaria). Creo que es donde podemos exprimirlo al máximo y que
sean ellos los que hablen. Porque pongo la mano en el fuego y no me quemo, que
lo que entenderán, no es lo mismo que lo que yo he pensando para ellos. Siempre
pasa y es tan genial, tan estupendo y tan emocionante…
Me
ha gustado mucho. Ana, creí que no era valiente para realizar esta actividad.
Me la he dejado para el final porque no sabia por donde cogerla, de verdad me
daba miedo. Y…estoy realmente encantada, que alegría. Hazlo mucho Ana, ellos agradecen de una forma u otra todo lo que trabajas o piensas solo y exclusivamente para ellos.
Esta foto es del último atardecer del 2013 desde Cádiz, me parece que si lo miras bien, el cuento se entiende mejor.
Los cambios que he realizado,
tienen una finalidad. Y el objetivo es: pensar.
No pretendo enseñar nada con la adaptación
del cuento. Quiero que los que piensen o enseñen sean los que escuchen este
cuento.
Algunos lo verán difícil, otros no
le verán sentido. Pero considero que les infravaloramos. Los niños piensan e
interpretan más de lo que creemos y creo que a veces debemos salir de: las
bodas felices, los cuentos de animalitos parlanchines, los padres malos, los
amuletos y los amores imposibles.
Hay que contarles mas cuentos de
belleza, de lucha, de perdón y admiración, pero siendo ellos quienes descubran que hay detrás de cada historia o simplemente disfruten leyéndola o escuchándola. Contarles cuentos abiertos a su
propia imaginación, que no estén tan pautados, que se imaginen como ellos
quieran lo que cuentas.
Me encantaría haber contado este
cuento en las practicas y poder escribir cual fue su reacción, su final
alternativo, lo que no entendieron, lo que les llamo la atención, con que se
sintieron identificados y con que no…que ganas tengo de contarlo y que ganas de
observar todo eso.
Darme cuenta de si realmente me
confundí al adaptarlo o acerté…
Yo me sentí infravalorada toda mi
infancia en la escuela, sentía que me trataban como una niña tonta. Que ganas de
poder poner en practica todo lo que aprendo, que ganas Irune y que ganas Ana.
Anita :) Creo que tu adaptación está bien pero que no respeta del todo el esqueleto inicial de "toda clase de pieles"
ResponderEliminarEn el cuento que nos contó Irune, la princesa pide regalos difíciles de conseguir para retrasar el momento de cumplir con la imposición que le pone su padre de casarse con ella, y al irse se lleva estos tres objetos que luego utiliza para que el príncipe la conozca y sepa quién es, además una vez en su nuevo hogar, no revela su identidad sino que oculta su personalidad y adopta otra, usando más tarde esto para conseguir el amor del príncipe.
Creo que estas cosas faltan en tu adaptación, pero aún así repito que me gusta mucho y me parece muy original.
¡Qué acertada eres siempre! Y como me gustan estos comentarios jajajaja
ResponderEliminarLlevas toda la razón, he realizado (en este entrada misma, ahora mismo) los cambios que me has señalado, porque no me había dando cuenta y es verdad.
Espero que el cuento original esté ahora más respetado (su esqueleto).
Gracias Sandris! Un beso guapa.
El cuento es espectacular y la edad es adecuada. Te has saltado algunos de los elementos del cuento original (no por el final, que no es imprescindible que acabe en boda) y Propp te daría un par de collejas porque es una inspiración, no una adaptación.
ResponderEliminarPD: Escribes muy bien pero recuerda que "sobre todo" es separado.